viernes, 27 de abril de 2012

3 décadas dan para mucho

3 décadas de existencia. Eso es lo que mañana cumpliré sobre la faz de este infame planeta. Y aquí sigo, firme, estable (dentro de lo que cabe) y con la cabeza puesta en el futuro, que aunque este pinte grís tirando al negro más oscuro, lo afrontó con todo el optimismo que a estas alturas puedo tener. Y la verdad es que ese optimismo viene propiciado en gran medida por las personas que me rodean. Mi familia, mi novia, mis amigos más cercanos... Es por ello que esta vez, muy al contrario que estos últimos años, celebraré estas 3 décadas con un entusiasmo y ganas que van más allá de los que una celebración como esta suele suscitar. Son los únicos 30 que pasaré en mi vida... como los únicos 29, 28... pero no sé, tal vez estos tengan un significado mucho más... importante en mi vida. Es como sobrepasar un punto de inflexión que abre las puertas a una nueva etapa llena de optimismo e ilusiones renovadas que compartir con los que me quieren.
Me felicito pues por llegar a esta edad con el alma tan "equilibrada" la mente tan serena y la conciencia tranquila. Supongo que en estos tiempos que corren, llenos de corrupción y actos tan poco humanos dentro de la sociedad pocas personas pueden alardear de ello. 
Gracias a todos/as por permanecer a mi lado y aguantar tantas manías y rarezas de este personaje que escribe tan tontas palabras...






martes, 3 de abril de 2012

JACOB

(Este relato lo escribí hace ya unos... 6 o 7 años. Es posible que encuentres alguna incoherencia narrativa debido a mi, por entonces, inmadura experiencia en el arte de escribir. Espero que lo disfrutes)



Aquello no era un mar, lo que antes rebosaba de vida y acogió en su momento una gran biodiversidad era ahora un cúmulo de líquidos con nombres impronunciables.
No había gaviotas, ni ningún animal que se le pareciese, ni una triste alga o medusa, como en su tiempo se llamaron, pululaban en esa masa acuosa... ya no era un mar.
Jacob seguía mirando desde su ojo de buey aquel cielo enrarecido que se tornaba rojo, y no por el atardecer que a esas horas invadía la atmósfera, si no por la inconfundible contaminación producida por las fábricas y los siglos de maltrato que había sufrido el planeta. Se preguntaba si alguna vez volvería a ser como sus abuelos le habían contado en sus historias antes de ser ejecutados, azul, apacible a la vista, cálido y no frío como el que ahora tenían sobre sus cabezas. Le gustaría verlo, aunque solo fuera instante y respirar ese aire tan puro que una vez hubo...