La gente ya no mira al cielo.
Cuando eramos pequeños, la gran mayoría de nosotros, mirábamos casi a diario al cielo, a pesar de que a lo mejor no lo recordemos. Pero lo hacíamos. Créerme.
Unos porque después de una tarde correteando con los amigos por el campo, haciendo canalladas a los sapos en las charcas o tirando piedras al rio, nos parábamos a descansar tumbados sobre un colchón de cesped a reir y soñar. Mirábamos al cielo, imaginando extrañas siluetas en las nubes y descubriendo siempre una nueva forma que atribuirlas.
Otros miraban al cielo buscando una respuesta, pensando en la llegada de naves espaciales provenientes de otros mundos intergalácticos. Los dibujos y el cine conseguían, por aquel entonces, hacernos levantar la cabeza en busca de nuevas formas de vida. Algunos, después de muchos años aun siguen haciéndolo. Y es lógico... "Allí" fuera seguro que existe más vida inteligente que entre los seres terrenales que tenemos alrededor.
Por las noches, sobre todo en Verano, a muchos de nosotros, nos fascinaba contemplar ese manto de estrellas y planetas iluminados por el lejano reflejo de la luz cel Sol. Salíamos con la ilusión de ver un espectáculo digno de cualquier superproducción de Hollywood, investigando y buscando las constelaciones de las que tantas veces habíamos oido hablar. Eran momentos especiales que hoy poco a poco se han ido perdiendo.
Y el caso es que el cielo sigue ahí, tanto de día como de noche, mágico, imperturbable.
Lo que ha cambiado es nuestra curiosidad por admirarlo extinguiendo, en consecuencia, la búsqueda de esa paz y tranquilidad que transmite al mirarlo. Ya sea tumbado en la linde de un rio, en un parque, o sencillamente otorgándole una fugaz mirada al pasear por la calle del trabajo al coche, del coche a casa.
Nos hemos obcecado en mirar hacía adelante, no más arriba de la luz roja del semáforo en el que estamos parados. Las ciudades limitan tremendamente la visión de ese azul perpetuo repleto de vida. Con sus cientos de aves, todas distintas según el lugar y zona desde donde lo contemplemos. Águilas, Gorriones, Grajos, Palomas, Gaviotas, Buitres... incluso Murciélagos. Todos ellos nos contemplan desde lo alto y nosotros ya ni si quiera nos dignamos a prestarles un poco de atención.
¡Aaaaaayh! el cielo... Que poco lo valoramos con el paso del tiempo y, aun así, cuanto es capaz de seguir transmitiendo con tan solo dedicarle un par de minutos al día de nuestras ajetreadas vidas.
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